martes, 14 de agosto de 2012

El actor sobre el escenario II




· El artista y las emociones.


"Si se me pidiera que definiera en pocas palabras el término
arte, lo llamaría la reproducción de lo que los sentidos perciben en
la naturaleza a través del velo del alma"


Edgar Allan Poe


Normalmente llamamos arte al proceso mediante el cual los seres humanos expresamos ideas, emociones o sentimientos en general, y una visión del mundo que nos rodea a través de recursos plásticos, lingüísticos, sonoros, escénicos, multimedia... etc.
Entendemos entonces que para que se pueda dar el arte son precisos tres elementos; primero de todo un artista, (o varios) dispuesto a compartir o comunicar una experiencia emocional concreta a un segundo elemento; un público, mediante un canal o medio de comunicación establecido entre ambos, el cual sería el tercer elemento de nuestra ecuación artística; es decir, la obra de arte.

Encontramos estos elementos más o menos presentes en toda experiencia artística, desde el pintor que transmite al resto del mundo mediante sus pinturas, el músico o cantante que se comunica con sus oyentes mediante la música, el poeta y el escritor que plasman sus ideas mediante palabras dirigidas a sus lectores... etc. En el caso del teatro los elementos están claramente definidos entre el actor, su publico y la obra teatral que los pone en contacto.

¿Por que es más importante en el caso teatral la existencia de estos tres elementos?. Mientras que un cuadro, una canción, un libro pueden existir en sí mismos sin ser continuamente interpretados, la obra teatral como experiencia artística sólo se da en el momento de la actuación.

Llegados a este punto tenemos que hacer dos aclaraciones que pueden llevar a equivoco. Primero, podríamos entender que el libreto escrito por parte del dramaturgo supone en sí mismo una obra artística terminada. Pero no olvidemos que esa es una idea actual, propia de la reivindicación de los derechos de autor, ya que históricamente el autor se desprendía de su obra en el momento en que era vendida, y luego ésta solía ser fruto de numerosas modificaciones, a tenor de las necesidades o los caprichos de los actores y las circunstancias. Se plantea entonces el texto dramático como una herramienta más del trabajo actoral, maravillosa y respetable sí, pero unas meras directrices en el proceso creador.

En segundo lugar, es preciso señalar el carácter único e irrepetible de la experiencia teatral.
En una época como la nuestra donde todo se copia, duplica y almacena, cada representación teatral es una experiencia única para cada espectador y en cada función. La obra nunca será la misma, incluso en las representaciones más meticulosas y medidas, siempre habrá algo distinto, algo que la diferencie de la anterior, un momento en directo que no volverá a repetirse.
No deja de ser curioso como en esta sociedad bombardeada de estímulos multimedia y de experiencias estéticas clónicas y prefabricadas, el público parece volver poco a poco a la experiencia del directo, del instante saboreado que sólo puede almacenarse en la memoria personal.


Frente a esta situación en la que se encuentra el actor, de necesidad de creación continua, me remito a un ejercicio sencillo presente en la mayoría de los talleres de teatro en los que he participado:

Reunidos todos los alumnos en un ambiente calmado, se les enfrenta a una duda concreta sobre el arte actoral; 

"¿Cual es la principal herramienta del actor?"

Las primeras reacciones suelen ser rápidas. Quien más quien menos, cada uno de los asistentes acude a las clases de teatro con el objetivo de mejorar o iniciarse en una parte concreta de su actuación, algo en lo que ya se ha parado a pensar, de modo que se suceden muchas respuestas variadas; "el cuerpo", "la voz", "el texto", "el personaje", "el movimiento"...
Ante la negativa, las respuestas van disminuyendo hasta que una mano dudosa (a veces ninguna), se alza y dice: ... "¿Las emociones?".

Son efectivamente las emociones la principal herramienta del actor, y en realidad la de cualquier artista. 

El actor no es más que un ser emocional, que se apoya en diferentes recursos (cuerpo, voz, texto, caracterización...) para hacer llegar esas emociones al espectador y provocar en él una respuesta a veces inesperada.

Sin emociones, cualquier experiencia teatral resultaría vacía e inútil. Por mucho que estuviera rodeada de toda la parafernalia escénica imaginable, si los actores no están transmitiendo una carga emocional aunque sea mínima, la representación no tendría más valor artístico que un vulgar adorno prefabricado. Más o menos bonito visualmente, pero irrelevante.



El foco de atención
Marilú Casas

2 comentarios:

  1. Hola Marilu:

    Totalmente de acuerdo, las emociones son la herramienta principal de un actor, pero también de un cantante, después de todo te imaginas un Traviata sin el dramatismo de una Violeta moribunda, y de un Alfredo lleno de dolor, rabia, culpabilidad.Sin las emociones sus personajes no serían creíbles, ¿verdad?

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    1. Exacto Noe, si el artista no esta sintiendo nada ¿Como puede esperar que el público sienta algo?.

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