La comunicación entre el artista y su público.
"Pero Josefina es la excepción: ama la música y también sabe
comunicarla: es única, y cuando nos deje desaparecerá la música
de nuestra vida, quién sabe hasta cuándo."
Josefina la Cantora. Franz Kafka
Son varios los cuentos de Kafka donde se analiza la figura del arista; "Josefina la cantora", "La construcción" o "El artista del hambre", son los utilizados para este estudio.
Pero es en este primer cuento de Josefina donde se trata de manera especial el vínculo de relación entre el artista y su público.
Josefina canta. Pero su canto no es más que un chillido, un chillido que todo el pueblo es capaz de emitir, y un pueblo además incapaz de apreciar la música o el canto. El pueblo no comprende a Josefina, o si finge comprenderla, ella se apresura a dejar claro que no es así.
Y sin embargo cuando Josefina canta, el pueblo acude masivamente a oírla, la respetan por su canto e incluso la adoran, la buscan, la escuchan. A pesar de que no la comprenden, a pesar de admitir interiormente que Josefina no hace nada particularmente especial, ellos sienten algo con su canto.
Existe pues una comunicación entre Josefina y el público más allá de los simples medios utilizados. En un momento dado Josefina canta y el pueblo escucha, aunque no entiendan, pero sienten. Josefina emite y el pública refleja esa emisión como un espejo.
Esta comunicación imprescindible entre el artista y su público, se basa generalmente en dos conceptos;
la identificación y el juicio.
En la identificación esta el reflejo de la condición humana por medio del personaje representado, y esta identificación puede ser de manera completa o parcial, es decir, el espectador se identifica con el personaje en sí o con una situación o sentimiento en particular.
El carácter del personaje, su voz, su cuerpo, su situación, sus actos, sus dudas, sus miedos... cualquiera de sus detalles puede despertar en el público un reflejo de sus propias similitudes con la escena, haciendo que diversos pensamientos acudan a la mente del espectador; "Esto me ha ocurrido a mi", "Esto también lo temo yo", "¿Que haría yo en su lugar?"... etc. De esta manera si el personaje sufre, el espectador sufre. Si el personaje duda, el espectador duda. Si el personaje siente ira, el espectador también, y así sucesivamente.
Es por tanto mediante la identificación que podemos conseguir una comunicación frente al público más directa y clara. Abrimos una vía de comunicación en la que el espectador simplemente siente lo mismo que el personaje.
¿Pero que ocurre si lo que queremos es algo mas complejo?, ir algo más allá de la mera transmisión de sentimientos, provocar una respuesta emocional única, impredecible y particular a cada espectador.
Entramos de esta manera en el terreno del juicio. Un actor nunca juzgará a su personaje, el público lo hará por él.
El personaje se define en si mismo como una criatura con sus objetivos establecidos, sus deseos, sus miedos, su moralidad, sus ideas... todo al servicio de lo que representa como personaje. Por contra, el público, se trata de seres humanos reales, cuya relación con otros seres humanos es real y trae consecuencias.
En este aspecto no debemos olvidar señalar lo peculiar que es el teatro. Un escenario es un lugar maravilloso al servicio de la fantasía. Un espacio virtual controlado, cuyas directrices están pactadas y sus consecuencias no son reales y se esfuman al terminar la obra.
Sobre este planteamiento, ¿Que situaciones queremos llevar a la escena?. ¿El amor?, ¿la muerte?, ¿los celos?, ¿la ira?, ¿la traición?, ¿la manipulación?... cualquiera de estas situaciones llevadas a escena carece de consecuencias reales en la sociedad. Y sin embargo el público las sentirá como tales. En su vulnerable posición de espectador pasivo, el público es enfrentado a emociones y sentimientos que removerán sus ideas y sus bases de moralidad, provocando una respuesta emocional involuntaria.
Pasamos de la mera identificación a juzgar dentro de nuestras expectativas sociales lo que esta ocurriendo en el escenario.
Llegados a este punto, si la sociedad actual no tiene reparos en juzgar o defender hasta la saciedad a sus propios congéneres reales, ¿Qué no seremos capaces de adjudicar a personajes ficticios que ni sienten ni padecen?.
Y si durante el avance de la escena nuestro punto de vista cambia, ¿Hasta que punto podremos arrepentirnos por haberlos fustigado?.
La escena teatral se convierte en un experimento social que permite al público investigar sus propios sentimientos y emociones sin consecuencias reales sobre su vida diaria.
Como conclusión se puede decir que en el proceso de comunicación artística entre el actor y su público, la identificación "conmueve", mientras que el juicio "remueve". Utilizar estas herramientas como foco de atención para provocar una respuesta concreta en el espectador queda en manos del artista.
El foco de atención.
Marilú Casas