El 27 de marzo es el dia mundial del teatro. Dentro de la costumbre que hemos ido adquiriendo en nuestra sociedad de adjudicar un día mundial específico a todo lo adjudicable; el día 27 de marzo celebramos que un puñado de soñadores paramos el tiempo sobre el escenario para dar vida por un momento a la imaginación de la mente humana... pero eso es otra historia.
El caso es que con motivo de ese día mundial del teatro que se celebrará el martes, he decidido publicar un post reivindicativo más que conmemorativo, ya que conmemorar el teatro a mí me llevaría bastante más que un post.
Sin embargo, esta decisión viene relacionada en parte con la lectura del siguiente post en el blog Casiopea, en el cual se relata el típico caso de conflicto de intereses sobre propiedad intelectual entre un autor y una “entidad” más grande.
Y digo típico porque a eso hemos llegado, a que como autor “menor” tengas que sufrir atropellos y desmanes de gente que nada tiene que ver con tu obra. Es por eso que el caso que voy a contaros he decidido definirlo así:
Corría diciembre de 2010... no, debo ir algo más atrás. Al año 2007, cuando durante mis estudios en la escuela de teatro “Arte 4” de madrid decidí utilizar experiencias durante los ensayos para escribir mi primera obra de teatro. Esa obra la titulé “La virtud de la hipocresía”.
Años después, ya de vuelta en Asturias, me encontraba estudiando segundo de producción de audiovisuales cuando decidimos comenzar un proyecto de espectáculo teatral, y a fin de sortear problemas de propiedad intelectual (inocentes de nosotros), ofrecí mi obra la cual tenía registrada bajo licencia Creative Commons a través de “Safe Creative”.
Llegados a este punto quiero especificar varias cosas:
· La representación que se llevó a cabo formaba parte del concurso realizado por el ayuntamiento de Langreo llamado “Art Nalón Escena”, en el cual participaron otras cuatro compañías en las mismas condiciones que nosotros, es decir, estudiantes menores de 30 años.
· Nadie cobró nada por la representación, empezando por mi. Mi cesión de los derechos de la obra fue premeditada y con mucha ilusión, solo a cambio de verla representada.
Tanto los once alumnos que estabamos en producción, como los diez actores (alumnos de teatro, también), como los profesores del CISLAN de la Felguera, como las empresas que nos ayudaron en el proyecto...etc... ninguno cobró nada.
“Mi pequeño encontronazo con la SGAE”
Corría diciembre de 2010... no, debo ir algo más atrás. Al año 2007, cuando durante mis estudios en la escuela de teatro “Arte 4” de madrid decidí utilizar experiencias durante los ensayos para escribir mi primera obra de teatro. Esa obra la titulé “La virtud de la hipocresía”.
Años después, ya de vuelta en Asturias, me encontraba estudiando segundo de producción de audiovisuales cuando decidimos comenzar un proyecto de espectáculo teatral, y a fin de sortear problemas de propiedad intelectual (inocentes de nosotros), ofrecí mi obra la cual tenía registrada bajo licencia Creative Commons a través de “Safe Creative”.
Llegados a este punto quiero especificar varias cosas:
· La representación que se llevó a cabo formaba parte del concurso realizado por el ayuntamiento de Langreo llamado “Art Nalón Escena”, en el cual participaron otras cuatro compañías en las mismas condiciones que nosotros, es decir, estudiantes menores de 30 años.
· Nadie cobró nada por la representación, empezando por mi. Mi cesión de los derechos de la obra fue premeditada y con mucha ilusión, solo a cambio de verla representada.
Tanto los once alumnos que estabamos en producción, como los diez actores (alumnos de teatro, también), como los profesores del CISLAN de la Felguera, como las empresas que nos ayudaron en el proyecto...etc... ninguno cobró nada.
Todo el mundo trabajó, y bastante, por mera ilusión y aprendizaje. A esto hay que añadir que la entrada a la representación era gratuita, de modo que tampoco el teatro tuvo ingresos derivados de “La virtud”.
· Nunca he tenido trato alguno (ni espero tener), con la SGAE sobre mi o sobre mis obras. Es decir, ni “La virtud” ni ninguna de mis obras ha estado jamás en los registros de la SGAE, ni yo misma he sido jamás socia.
La representación se llevó a cabo en marzo de 2010 resultando una experiencia maravillosa, dificilmente de igualar en mi vida. Y gracias, aunque resulte manido, al maravilloso equipo que la llevó a cabo. Desde el primero al último de ellos.
· Nunca he tenido trato alguno (ni espero tener), con la SGAE sobre mi o sobre mis obras. Es decir, ni “La virtud” ni ninguna de mis obras ha estado jamás en los registros de la SGAE, ni yo misma he sido jamás socia.
La representación se llevó a cabo en marzo de 2010 resultando una experiencia maravillosa, dificilmente de igualar en mi vida. Y gracias, aunque resulte manido, al maravilloso equipo que la llevó a cabo. Desde el primero al último de ellos.
Pero ahora viene el disgusto. Porque estando yo más felíz que una perdiz en mi casa, allá por diciembre de 2010, me llaman desde la escuela de producción para comentarme que hay un problema con los derechos de mi obra y que me tengo que poner en contacto con la organización del concurso.
Ojiplática perdida, decido llamar a ver que pasa y me encuentro con esta situación; en las oficinas del ayuntamiento tenían una factura de la SGAE (con mi nombre en ella, que tengo una copia en casa), a raíz de los derechos de representación de “La virtud” y por valor de doscientos euros mas IVA. Si señores, una facturita de la SGAE, con su numero de factura, su CIF, mi nombre, el nombre de mi obra... vamos un documento en toda regla que exigía doscientos euros a cambio de unos derechos que yo había cedido libremente con la mejor de mis intenciones.
La primera pregunta que te viene a la mente es clara; ¿a razón de qué viene la SGAE a cobrar nada por lo mio? ¿y más cuando yo no quiero que se cobre nada?
Tras una larga charla con la responsable de la gestion del certamen (cuyo nombre no diré aquí, pero que francamente, tiene el cielo ganado), descubro que no soy la única. Resulta que el comercial de la SGAE de turno se dedica a enviar facturas todos los años por todas las obras del certamen. Y cuando digo todas me refiero, a las obras de teatro, los cortos... o cualquier cosa emitida durante el concurso Art Nalón, que volveré a destacar; ES PARA JÓVENES Y ESTUDIANTES. De manera que la organización debe dedicarse todos los años a contactar a todos los autores de las obras presentadas con el fin de no pagar ni una factura de más de las legítimas.
Traducción: ellos se dedican a tirar la red en general a ver lo que pescan.
En el caso de que no me hubiesen contactado y hubiesen pagado la factura como se hace con otras representaciones no puedo dejar de preguntarme a dónde habría ido ese dinero cuya reclamación yo ignoraba... pero en fin.
Como soy de prendido fácil y combustión rápida, hice lo siguiente; tras pedir que me enviaran una copia de esa factura, solicité el nombre y los datos concretos de la comercial que la había emitido y esa misma mañana, con la sangre aún en ebullición hablé con ella.
Como soy de prendido fácil y combustión rápida, hice lo siguiente; tras pedir que me enviaran una copia de esa factura, solicité el nombre y los datos concretos de la comercial que la había emitido y esa misma mañana, con la sangre aún en ebullición hablé con ella.
Pasaré por alto la conversación que tuve por teléfono con dicha comercial, ya que además de ser infructuosa y absurda, es más bien propia de un capitulo de “Las aventuras de Marilú, la borde”. El caso es que procuré dejar bien aclarado a la organización del certamen que mi obra era mía, que la SGAE no tenía nada que hacer ni cobrar por ella, y que básicamente yo hago con mi propiedad intelectual lo que me place.
Pues no fue suficiente señores. Unos meses después, en Marzo de 2011, creo. Se pusieron de nuevo en contacto conmigo desde el ayuntamiento para pedirme que por favor les enviára un escrito con mis datos y firma, declarándome autora de la obra y manifestando mi cesión de derechos de forma gratuita, con el fin de que la SGAE dejara de reclamar esa factura.
Yo... Tuve que hacerlo yo. Tuve que ser yo la que desmostró la autoría y cesión de derechos de mi obra. En cambio la SGAE por emitir una factura de 200 euros no tuvo que presentar nada. Habría bastado con que miraran en su catálogo de autores y obras, al cual por cierto se puede acceder simplemente desde su página web, pero no... me perdonaréis pero... manda huevos.
Autor
Marilú Casas